Hace 30 años Rocky Balboa (Sylvester Stallone) era un hombre sin futuro, que trabajaba para un pilluelo de poca monta en el sur de Filadelfia. Cuando un golpe de suerte le brindó la oportunidad de enfrentarse en el cuadrilátero contra el campeón, en ese entonces, Apollo Creed, tuvo la oportunidad de uno en un millón, que se presenta sólo una vez en la vida. Su coraje y perseverancia, tanto en la vida como en el cuadrilátero, brindó esperanza a millones de personas. Ahora, la gloria ya ha llegado y se ha ido, y Rocky se pasa las tardes contando viejas historias a los clientes de su restaurante Adrian’s, que lleva el nombre de su ya fallecida esposa, por quien guarda un silencioso luto. Su hijo (Milo Ventimiglia) no desea pasar tiempo con él; se encuentra demasiado ocupado tratando de vivir su propia vida. El tiempo y los golpes han hecho más humilde a Rocky, le han deformado sus puños, encorvado la espalda y sacado todo lo que tenía exceptuando sus viejas historias, pero en su corazón sigue siendo el mismo hombre. En su corazón, él todavía es un luchador…
primeros pasos de un campeón
Comenzó a boxear a los quince años de edad debido a que su padre le dijo que “no tenía cerebro”, por lo que era mejor que aprovechara su cuerpo. A los veintiocho años Rocky vivía en filadelphia, Pennsylvania, donde entrenaba para ser boxeador y se ganaba la vida trabajando para un delincuente local, Tony Gazzo. Su mejor amigo era Paulie Pennino, un tipo bastante pesimista y con mal carácter, aunque en el fondo siente un gran aprecio por Rocky.


La mejor película de la saga sin duda
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